9.30.2007

Olas y poemas


Oscuridad

Escribir en la oscuridad enloquece,
transforma los pensamientos en brumores pasajeros.

Pensar en el silencio de la brisa
no es negar la libertad del sol en el ocaso;
es pensar en la silueta dorada de gaviotas
que escriben con ímpetu gracioso,
y que el cielo, por envidia, no transcribe.

Escribir en la oscuridad,
es descubrir el matiz dormido de las cosas,
del cuarto, de la casa, de la vida.
Es oír el murmullo del silencio
que se casa con el blanquinegro de las sombras.

Escribir en la oscuridad,
es divisar infinitamente
y ver a través de lo invisible
el travieso cangrejo de lo oscuro, de la noche, de lo negro.
Es platicar con las palmeras.
En el silencio y la noche, todo se puede.

Escribir en la oscuridad
es vivir en un gambito,
en una playa dormida,
casillas de luz y oscuridad.
La noche era el complemento
para que las blancas iniciaran la partida.

Escribir en la oscuridad
es conocer la otra cara de la vida,
descubrirla, vivirla...
Es entender
por qué el día no se duerme con la noche,
por qué el sol no cohabita con la luna,
por qué nunca se embriagarán la aurora y el ocaso,
por qué el cielo y el mar se amarán nunca.
Y sin embargo,
la oscuridad es el milagro que los junta en la ilusión,
porque la oscuridad es ilusión, mentira, ausencia.

Porque la oscuridad es la tortura de la vida,
la reivindicación del alma.

Zihuatanejo, 12 de abril de 1999.



Boyas de mi vida

Nacemos en una isla.
Cielo puro, arena blanca.
Clavados de despedida.
Desatamos las amarras.
Nunca, ni a toda prisa:
Volvemos a la isla blanca.

La vida es esa gran mar.
Amplia, lejana, profunda.
Nadando sobre las olas
terminamos en la punta.
Continuamos sin parar.
Llegamos a la otra junta.

Yo voy dejando las boyas
que conservan mi camino.
Se pierden en las tormentas.
Pero al cielo matutino
brillan mis esferas rojas,
cuando se me acaba el tino.

Boyas, placeres, amigas.
Son tesoros flotadores.
En ellas guardo mi esencia,
recuerdos estrujadores.
Encierran toda mi dicha.
Encierran todos mis dones.

Mis boyas son siempre rojas.
Las quiero resplandecientes.
Que en las aguas no se pierdan
Que estén vivas para siempre.
Cuando el recuerdo se antoja,
quiero verlas complaciente.

Y cuando al fin llegue el día.
Cuando fuerzas no me queden,
a punto de ahogarme, baile
viendo mis boyas alegres
cantando toda mi vida
en rojo que me preserve.

Y desde el fondo del mar,
abajo sin ningún rastro.
Ya convertido en molusco
o en sedimento de océano,
quiero ver las tristes boyas:
Yo, cuando estuve nadando.

En coral encarnaré.
Viviré bajo una concha,
contento con mis estelas,
orgulloso de mi trocha.
Arrecifes construiré
por si alguna se desfonda.

Y cuando las aguas cambien,
cuando mis boyas sucumban.
Sirenas no me detengan.
Yo volveré de mi tumba.
No importa que el cielo tiemble:
mis boyas nunca se arrumban.

Cielo puro, arena blanca.
A mi isla llegaré.
Palmeras risueñas mías,
del agua yo volveré.
Boyas en mis manos tantas
que hasta el cielo inundaré.

Viernes 2 de julio de 2004.

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